En 1962 se instituye en Cuetzalan la Feria Nacional del Huipil, evento con el que se rescataría al fin el sentimiento festivo de un pueblo exuberante en costumbres y tradiciones, devolviendo al ser indígena su orgullo con la vivificación de sus raíces.

La Feria del Huipil es un escenario donde se funde lo religioso y lo profano, es una mezcla de hermosas vestimentas de variada indumentaria, música, danzas, realismo y magia, añoranza y veneración por el ayer, respeto y devoción por el ahora, todo en un instante que sorprende y subyuga a propios y extraños. Es, junto con la elección y coronación de una doncella, decenas de danzantes observados por cientos de atónitos visitantes, es el recobramiento de lo propio y la convalidación de lo auténtico, es el espíritu de un pueblo que subyace desde lo mas profundo para mostrar el corazón de su rostro en una alegoría sin fin que transcurre en segundos.

La Feria del Huipil es, con el tañer de las campanas parroquiales y la reproducción de Yohualichan -La casa del misterio de la noche- el sincretismo en el que se detiene el tiempo y comulga el mestizaje en día de sol o día de niebla. Es, sin lugar a dudas un testimonio único y excepcional donde convergen y se multiplican los componentes de una tradición cultural heredada por una civilización aun viva. La practica del tejido que, nos remonta a étnias como los totonacas, otomíes y nahuas propias de la región, representa también una tradición viva y actuante hasta nuestros días.